El respeto de las condiciones higrométricas bien definidas, es un factor indispensable para una buena conservación de los vinos. Una higrometría demasiado reducida provoca desecación de los corchos, que puede hacer “llorar el vino”, mientras que un aire demasiado saturado, deteriora las etiquetas y provoca en el vino acorchamiento y mohosidad.
La tasa de higrometría ideal es la comprendida entre el 60 y el 80% para evitar la desecación de los corchos y como consecuencia la oxidación irremediable del vino.